El silencio después del silencio

El silencio suele ser gratificante, sobre todo en esta época de ruido, tanto físico como intelectual. A veces es acongojante, por lo que tiene de falta de esa respuesta que esperas ansiosamente. Otras, es liberador, como cuando la Administración te dice que sí a algo sin decírtelo. Esta tarde, en Rivas, el silencio ha sido polifacético, y tanto ha tenido de opresivo como de emocionante y liberador.

El asesinato de Matilde a manos de su pareja, novio o lo que sea ha afectado, y mucho, a una ciudad normalmente instalada en un relativamente plácido discurrir de los días. Se ha notado desde el plano institucional hasta el de la calle. En la concentración que a las seis se ha realizado en una plaza ripense había mucha gente, a pesar del poquísimo tiempo con el que se ha convocado. El acto ha comenzado con puntualidad y ha consistido en un escueto anuncio del Alcalde: "vamos a comenzar los cinco minutos del silencio". Y sin más ni más, así se ha hecho.

Cinco minutos es mucho tiempo en según qué circunstancias, y las de esta tarde eran de las que más destacaban la concentración de la gente en un acto bárbaro como el sucedido. Sin embargo, no es lo que más me ha llamado la atención.

Lo que más me ha sorprendido, primero con agobio, después con cercanía y con agradable sorpresa más tarde, es que, una vez transcurridos esos cinco minutos "oficiales", la gente ha permanecido en su sitio quizás quince o veinte minutos más. Al final, unas personas aquí y otras allá han gritado algunas consignas absolutamente apropiadas, pero el resto del tiempo lo que ha habido ha sido un silencio abrumador. El silencio tras el silencio. Uno de esos silencios que notas hasta el punto de hacerte volver la cabeza para ver si ha pasado algo.

Y sí que había pasado: la gente sentía de verdad lo ocurrido y tenía la comezón de la rabia en la punta de la lengua.

No era, desde luego, el tipo de silencio que facilita que ocurran hechos como el asesinato de Matilde. No era el silencio cómplice del que mira para otro lado mientras alguien mata a alguien con frialdad y cobardía. Era el silencio cargado de voces de quienes despertamos a la cruda realidad y nos dimos cuenta de que no se puede callar más. Hablamos con el silencio, aunque mañana toque hablar y hacer con nuestros actos.

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