Austeritat, no austeridad, si us plau

Las naciones vienen y van, existen más y menos (a ratos, podríamos decir) a lo largo de la Historia. La gente que ocupa un determinado territorio en un determinado momento se siente de una determinada forma, siempre condicionados por su historia, pero también por su presente y por la percepción que tienen de su futuro. En lo que respecta a la conciencia nacional, es un factor que suele permanecer a lo largo del tiempo con terca insistencia, pero no siempre se expresa, ni mucho menos, como un deseo intenso e inmediato de independencia.

Hasta el pasado mes de junio, por ejemplo, la mayoría de la población catalana en Catalunya tenía, seguramente, un elevado grado de conciencia nacional, es decir, de conciencia de formar parte de una nación distinta de la corsa o de la bretona, no digamos de la española. Pero también la inmensa mayoría no tenía la independencia entre sus expectativas inmediatas, ni siquiera entre las probables a medio o largo plazo.

Hoy, en cambio, a diferencia de entonces y a diferencia de hace unos meses, sí lo hacen. ¿Qué ha ocurrido en este tiempo, qué ha cambiado? Ha ocurrido la constatación de que el Estado español no es ya el marco útil en el que seguir desarrollando una legítima bonanza económica. El Estado español está muy cerca de la quiebra, y CiU no quiere estar en el barco cuando éste se hunda. Bueno, no puedo reprochárselo: yo tampoco quiero.

Desde hace décadas vengo defendiendo el legítimo derecho de los pueblos a su autodeterminación. Esto significa su derecho a tomar ellos solos la decisión de dotarse de los mecanismos de autogobierno que consideren necesarios, sean éstos los naturales en un Estado federal o confederal, por ejemplo, o sean aquéllos que implican la decisión de abandonar un Estado constituyendo otro distinto y propio. Hoy, que a las razones de índole cultural, histórica y política se añaden las de índole económica, con más razón entiendo y defiendo ese derecho a la autodeterminación.

Con las mismas, diré que la independencia como forma de pagar menos impuestos, o que los que se paguen sirvan exclusivamente para dar una buena vida a los contribuyentes que los pagan, es una grosera manipulación de la realidad. Una Catalunya independiente gobernada por CiU o por el PSC sería una Catalunya abocada a la austeritat, en lugar de a la austeridad. Pero, claro, todo el mundo tiene derecho a gustar más de que le engañen en su idioma.

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