Las redes sociales, en su sitio

El 11 de marzo de 2004 será recordado por la carnicería y la violenta convulsión social que supuso, pero también por la irrupción de los fenómenos de comunicación espontánea y en tiempo real que mueven masas de gente y las orientan de forma explosiva (es decir, violenta, pero con poca duración) en una determinada dirección.

Siete años después, hace ahora poco más de un mes, otro estallido no tan espontáneo, pero sí ajeno a los grandes medios de comunicación, como aquél de 2004, ha puesto patas arriba una sociedad que parecía dormida y que aún no tiene uno la certeza de que haya despertado, pero que indudablemente sí que ha abierto los ojos, aunque mantenga las legañas.

Sin embargo, qué distintos han sido los medios por los que este segundo estallido se ha gestado. Aquí comienza con algo tan clásico como una manifestación convocada por entidades que no dejan de pertenecer al mundo del asociacionismo, aunque sea instantáneo. Y continúa por medio de la concentración física de individuos en un punto geográfico determinado. La gente no discute sus problemas por internet, no usa el correo electrónico o facebook más de lo que lo puede usar para otras diez mil cosas. Son herramientas, pero sólo eso. En este caso, el medio no es el mensaje.

No creo que las redes sociales hayan muerto por ello, incluso puede que su uso para estos menesteres esté ayudando a convertirlas en algo menos banal que aquello en lo que han ido cayendo progresivamente, con sus miles de 'megusta', amistades, causas estúpidas y pierdetiempos comerciales. Sin embargo, sí creo que mucha gente reflexionará dentro de un tiempo acerca de las dimensiones de las cosas. De lo desacertado que es aupar a la cresta de una ola mediática estas herramientas geniales, pero limitadas.

Sobre todo porque en la cresta de las olas, habitualmente, no hay más que espuma.

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