El Partido Popular y la teoría del Estado Paralelo

El Partido Popular ha venido desarrollando, discretamente, como les gusta actuar a sus dirigentes, una nueva teoría del Estado. Los mimbres con los que esta teoría se arma son sólidos a la par que flexibles, de forma que el edificio final sea fiable y duradero. Esta nueva teoría tiene nombre: toería del Estado Paralelo, y su corolario es: el Estado tiene como fin servirnos a nosotros (entendiendo que el sujeto de ese "nosotros" son "ellos", los dirigentes del PP).

Paradigma de la simplicidad y de la funcionalidad, la teoría se aplica con éxito en aquellas Comunidades Autónomas en las que el PP es Gobierno, y se hace con gran profusión de ejemplos. El mecanismo sobre el que se convierte en práctica consiste en la marginación por las bravas de cuantas ataduras quiere imponerles el "otro" Estado (el de mentira, el que no vale), mofándose de ellas y desvalorizándolas hasta convertirlas en elemento baladí, del que nadie hace caso, excepto, quizás, algunos pobres izquierdistas.

Así se entiende mejor la postura de una incalificable Esperanza Aguirre, que encabeza una bufonada institucional sin precedentes para escenificar la existencia de esos dos Estados: el suyo, el que, de momento y hasta no ganar las elecciones generales, se materializa en la Comunidad de Madrid; y el de los otros, el de Zapatero y sus adláteres. La importancia de que ese otro Estado esté avalado por una mayor cantidad de personas de nacionalidad española no tiene relevancia alguna, ya que en su debido momento, para soslayar esa cuestión se aplica el postulado primero de la teoría que, de manera provisional, enuncia que "Toda acción legal de los poderes públicos reconocidos por la Constitución y avalados por las urnas será desconocida si no nos interesa".

Su Admimistración es un modelo de irresponsabilidad política y de piratería institucional (y esto lo digo yo, que tan poco respeto tengo por según qué instituciones). Desde esa administración, la regional de Madrid, se ataca a médicos inocentes, se desoyen y conculcan continuamente derechos de ciudadanos de la Comunidad, se marginan colectivos, se crean leyes espúreas, se desconocen obligaciones y se apoyan atentados contra la ética.

Y a pesar de eso, yo digo que esta última salida de pata de banco de la Presidenta es aprovechable como ejemplo: busquemos la forma de rebelarnos contra su administración, pidamos la promulgación de leyes que castiguen a las administraciones por dilapidar el patrimonio económico y social que les ha sido confiado, metamos en la cárcel a Esperanza Aguirre y a sus secuaces y sobre todo, antes de hacer todo eso, quitémosla del gobierno de la Comunidad, teniendo buen cuidado de hacerlo sin que quepan las trampas que ya hizo en su día y que sin duda lllevarían a amañar resultados electorales a poco que se lo permitan.

Comentarios

SPOOK ha dicho que…
En otras circunstancias y con otro personaje le matizaría muchas expresiones, incluso le señalaría ese falso razonar tan a gusto de nuestros políticos actuales, el “y tu más”…
Pero tratándose de la pintoresca protagonista de su comentario prefiero jalear en supino grado su crítica (el jucio negativo a su comportamiento político es tan evidente que ni merece ni necesita la más minima explicación)
un cordial saludo
-_- ha dicho que…
Yo esta mañana definía a la Presidenta Aguirre como "independentista". Pero nada de independentismo democrático, leal y siguiendo los cauces institucionales, como hace más o menos E.R.C. p.ej. Lo de la Presidenta sería independentismo de ruptura institucional y puñetazo encima de la mesa. En el 34 se usó al Ejército para frenar ese tipo de actos desleales y anti institucionales en Asturias y Cataluña. Supongo que por muy delirantes que sean los políticos de hoy —Aguirre es el paradigma, estilo Chávez, Berlusconi o Mario Moreno Cantinflas—, aprendan un poco de la Historia y sean más cuerdos de lo que fueron otros antes.


A mí esta teoría del Estado paralelo me recuerda a la que describía el historiador y profesor G. C. Marino en su "Historia de la mafia".

Simplificando, la Mafia, como institución premoderna (anterior a las revoluciones liberales burguesas) y antimoderna —porque pretende seguir operando con sus principios medievales en el mundo capitalista cueste lo que cueste— se constituiría como un Estado secreto y paralelo, iría quitándole competencias de facto o mediante tráfico de influencias al Estado democrático, iría empujándolo y desplazándolo en todo lo que pudiese.

De forma inteligentísima y sorprendente, a la vez que el Estado democrático va perdiendo poder, la Mafia se aprovecha todo lo que puede del mismo, utilizando sus instituciones para los fines de ésta.

Mientras se puede usar al Estado para los fines mafiosos, hay paz social por parte de los mafiosi. Cuando el Estado democrático choca con las actividades mafiosas, comienzan las campañas de descrédito y la agitación social.

Como la Mafia sabe que perdería en una confrontación abierta con el Estado democrático —se intentó alguna vez con resultados trágicos y sonoros; recordemos la campaña masiva de asesinatos de jueces en la que cayeron Falcone y Borsellino—, se encarga de ir parasitándolo y pudriéndolo desde dentro.

Lo dicho, una teoría con peculiares e inquietantes puntos de conexión con la que ud. atribuye a la Presidenta Aguirre y su partido político.

Hay algo de la Italia del sur, de Sicilia, que no nos es ajeno en España, sobre todo en el centro y sur: la mentalidad del latifundio, del cortijo. Quizá por eso haya cosas y maneras de hacer que se parezcan.


Saludos cordiales,
SPOOK ha dicho que…
Le copio un artículo de Fernando Onega publicado ayer en la prensa.
No es tan violento como el suyo, pero con su habitual elegante ironía muestra la desvergonzada mentira del populista discurso político de Esperanza Aguirre..
(la negrita es mía)

Invitación oficial a la rebelión
Fernando Ónega 11/3/2010
Uff, qué emocionante. Tenéis que veniros a Madrid, que estamos invitados a la rebelión. Doña Esperanza Aguirre anuncia una campaña de rebelión contra el aumento del IVA. No invitará a los ciudadanos a no pagar, pero sí celebrará actos de protesta, instalará mesas petitorias (de firmas) y convertirá la Comunidad de Madrid en un inmenso clamor contra el impuesto. Que yo sepa, no hay antecedentes conocidos en Europa. Por lo tanto, recibamos la iniciativa con el saludo que merece todo gesto innovador y con el suspense que suscita la insumisión y la desobediencia civil. Cuando son provocadas por un Gobierno, aunque sea regional, son más meritorias todavía.
Son las servidumbres del Estado de las autonomías. Cada Gobierno puede llegar a circular por su lado, sin orden ni concierto y en direcciones opuestas. La Administración central sube el IVA porque lo necesita; porque las cuentas públicas están bajo mínimos, y porque empiezan a peligrar algunas atenciones públicas. La filosofía que confesó Zapatero es que así podrá pagar el subsidio a medio millón de parados. Lo que dice Elena Salgado es que, si queremos servicios, hay que pagarlos con impuestos. Fracasada la fuente de ingresos que el Estado tenía en la locura inmobiliaria, llegó la hora de sustituirla.
Hasta ahí, la lógica. Cuestión distinta es que sea agradable. Y no lo es. Cuestión también distinta es que sea buena para el consumo. Y tampoco lo es. Esto debía verlo igual el Gobierno de la nación que un Gobierno autónomo: ambos viven de los impuestos; pero hay dinámicas que se imponen a la lógica. Por ejemplo, que la señora Aguirre parece irritada por lo que llama «persecución de la Fiscalía», y responde con esta revancha. Y además, no descarten ustedes un asomo de populismo ya ejercitado con la ley antitabaco, o un ejercicio de oportunismo, practicado con la declaración del toro como bien de interés cultural. En todo es maestra la señora Aguirre, y con excelentes resultados de votos y opinión.
Yo lo único que digo es: primero, que si la Administración del Estado tira hacia un lado y las autonomías hacia el otro, se rompe la cuerda. Segundo, que si Aguirre hace esto por populismo, tenga cuidado: puede pasar por demagoga, y tan excelente gobernanta no merece esa calificación. Tercero, que si lo hace por rentabilidad electoral, ganará votos del cabreo, pero también puede perder votos del realismo, porque, francamente, no hay alternativa si queremos mantener los servicios del Estado. Y cuarto, que sería útil un ejercicio: si esa invitación a la rebelión la hiciera el Gobierno catalán, ¿qué estaríamos diciendo? ¿Qué estaría diciendo la propia presidenta Aguirre? Para responder, no hace falta mucha imaginación.