Sueño de una noche de primavera

Si yo dirigiera de manera próxima a lo modélico un servicio de atención a los pacientes que probablemente van a morir en breve, de forma tal que les ahorrara sufrimientos inútiles y acortara su agonía mediante la aplicación de diferentes procedimientos médicos; si mucho tiempo después de estar realizando esa labor humanitaria fuera acosado por un canalla con titularidad de consejero de una comunidad autónoma situada en el centro de una península; si ese consejero, en connivencia con una caterva de morralla médica y humana, elaborara un informe ad hoc para buscar mi perdición profesional y dar así al traste con el servicio que dirijo; si un juez me declarase inocente de los cargos vertidos insidiosamente contra mí tiempo después de haber logrado la banda criminal su objetivo en la práctica sin que ninguna investigación imparcial sostuviese la acusación lanzada contra mí por esa banda de maleantes y sinvergüenzas; si ahora consiguiese que una juez aceptara a trámite la denuncia por mí presentada contra el canalla principal, bajo la imputación de realizar falsas denuncias y cometer falsedad en su trabajo de investigación...

Si ocurriese todo eso, yo encendería un puro tras casi diez años sin fumar, me sentaría en el jardín, en mi tumbona favorita y en una preciosa noche de primavera; pondría en el suelo, delante de mí, la foto del canalla, y comenzaría a reirme ante su cara de zapato descosido, anticipando el placer aún mayor de verlo condenado.

Pero, claro, esto no es más que un decir. Es tan sólo el sueño de una noche de primavera.