Un piso para toda la vida

Hace ya muchos años que sus hijos dejaron, seguramente, de gastar las bromas de rigor sobre la proximidad del momento de cobrar la herencia (¡pobre herencia!) de María Díaz Cortés. De esa fase pasarían, probablemente, a la de hastío por la incongruente longevidad de su señora madre, incapaz de abandonar una vida que no importa ya si la entiende o no. Casi seguro que transitaron después el periodo del estupor ante la continuidad del fluir de los años por debajo de la piel de María.

Hoy, recién cumplidos los 116 años, esta mujer residente en Sevilla habrá sabido que el ayuntamiento de la localidad le va a ceder un piso. Poco sabrá, quizás, de los matices, del carácter provisional de la vivienda, de su terrible temporalidad. Después de 116 años, quizás no consiga agotar los seis meses de su primer periodo provisional en él. Seis meses, seis míseros meses para quien ha vivido ya mil trescientos noventa y dos.
Nadie puede saber cómo afectará a una anciana de la edad de María el hecho de atravesar la puerta de lo que puede que crea que es su piso. No sería raro que la emoción, si es que tiene aún fuerzas para emocionarse, le cueste un fallo del corazón, porque ver cumplida su mayor ilusión habiendo tenido que vivir ciento dieciséis años para ello, curte a cualquiera.
¡Salud, María, con todo el corazón y sin ironía! Salud para traspasar por tu propio pie la puerta de ese piso que te van a dar, probablemente para toda la vida.

Comentarios

Freia ha dicho que…
¡Qué estúpidamente irónica puede llegar a ser la vida! Sobre todo cuando la sociedad en general y los organismos "competentes" en particular, contribuyen a ello
Natalia ha dicho que…
Finalmente, los hijos de Maria renunciaron a la vivienda porque no se le daba a María en propiedad.

Lamentable.
Anónimo ha dicho que…
La gente tiene mucho morro, esta señora lo que quiere es una casa por la cara y eso no puede ser señores, aqui las cosas valen un sudor y un esfuerzo. saludos