El obispo dijo adiós


El ya ex-obispo de San Pedro (Paraguay), Fernando Lugo Méndez, ha renunciado a la púrpura (como suele decirse) para dedicarse a la política y presentarse como candidato a la Presidencia del país en las elecciones de 2008. La decisión parece enmarcarse en la corriente de renovación política que recorre América Latina en esta última década, y que ha llevado al poder político a representantes más o menos reales de las clases más humildes en Ecuador, Bolivia o Brasil. Lugo Méndez renunció el pasado 21 de diciembre a su lugar en la Iglesia católica, ya que ésta prohibe a sus miembros participar en política (abiertamente, habría que decir, porque de forma encubierta llevan haciéndolo toda la vida).

Los planteamientos con los que el ex-obispo explicó su decisión ante los medios de comunicación y la orientación que parece querer adoptar, le honran, pero más aún que la alabanza de este hombre, lo que hay que destacar es la negra fama de los gobernantes paraguayos, que constituyen un último reducto heredero de las dictaduras latinoamericanas de los setenta. En el caso de Paraguay, la salida de la prolongada dictadura de Stroessner, en los '50, '60 y '70, no dio lugar a un régimen "respetablemente democrático", sino a una pantomima dominada por la corrupción extrema, y éso es lo que parece mover conciencias hasta el punto de que un alto dignatario católico, como el protagonista de esta nota, se haya decidido a dar un paso tan relevante.

Por su parte, la Iglesia católica, a quien no gustan nada estas salidas de tono y rupturas de disciplina, emitió el pasado 1 de enero una admonición canónica a la que rápidamente el hermano y portavoz del ex-obispo, Pompeyo Lugo Méndez, restó importancia recalcando que su hermano ya no dependía del derecho canónico.

La más elemental prudencia aconseja no emitir grandes juicios sobre los propósitos de Lugo Méndez y de la fuerza política que encabeza. Tiempo habrá para saber de qué va.

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